Verla día a día hacía que me sintiese querido. Jugar con ella día a día me hacía sentir útil para alguien. Sacarla a pasear todas las noches era el mejor deporte que practicaba. Que todas las tardes cuando llegaba del colegio -colegio, que lejano parece- me pidiese su galleta de las tres me hacía tener una razón para sonreír entre tanto estrés.
Tan pancha ella en su cama sin saber lo que la quieren, que envidia.
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